Lo psicoterapéutico en arteterapia

Lo Psicoterapéutico en Arteterapia

Ou Psicoterapeutico em Arteterapia

The Psychotherapeutic in Art Therapy

Palavras chaves:

psicologia – psicoterapia – ou terapeutico – a arteterapia – teoria práticas – articulação – vinculacão – responsabilidade – historizacão – psicanálise – liberdade – saúde mental – a ética.

Key words:

Psychology – psycotherapy – therapeutic – art therapy – theory-practice – articulation – bond… – responsability – hystorical view – psychoanalisys – freedom – mental health – ethics.

Resumo 

Proponho neste trabalho encontrar as articulações otimizadoras do psicoterapêutico nos processos arte terapêuticos. Com  ênfase no trabalho interdisciplinar e para colaborar com o campo da arteterapia, este trabalho tem por objetivo potencializar encontros entre a psicoterapia e a arteterapia, tendo o sujeito como fundante da prática. Nos encontramos  muitas vezes com inquietudes, sobre o alcance e os limites da prática da arte terapia, onde, especialmente para aqueles que foram formados, principalmente em alguma disciplina artística. A psicoterapia parece tão difícil, perigosa e, até mesmo ameaçadora. Não menos, uma vez que todos nós sabemos dos impactos que podem produzir na subjetividade, uma palavra mal colocada, um gesto inadequado ou uma proposta desmedida, naquele que está trabalhando algo próprio através da arte, na sua sensibilidade e contatando zonas dolorosas de sua experiência subjetiva. O propósito é poder contribuir a partir do seu lugar de origem, ao outro – objeto de nosso trabalho – acrescentando sua experiência vital de ser, sua capacidade para o prazer, o enriquecimento de seus vínculos sociais e sua expressão e criatividade, a partir da liberdade. O eixo do protagonismo e  a responsabilidade, delimitam  lugares  subjetivos no processo  arteterapêutico.

Resume 

I propose in this paper to find the joints optimizers from psychotherapy into art therapy processes. With the emphasis of interdisciplinary work and with the purpose of art therapy, this paper aims to enable power-encounters between psychotherapy and art therapy, taking the person in process as the founding of the practice. We meet many times with concerns about the scope and limits of art therapy practice, where, especially for those who have been trained mainly in any artistic discipline, “the psychotherapeutic cuestion” appears as hard, dangerous and yet, even threatening. No less, because we all know the impacts that may occur in the subjectivity, a misplaced word, a gesture inappropriate or excessive proposal, in that who is working something through art itself, in its sensitivity and subjective areas painful experience. The wager is to contribute from our original practice, for the other, -object of our work- can get increase of life experience in his being, his capacity for enjoyment, enrichment of their social ties and his free expression and creativity. The axis of protagonism and responsability ar both essencial subjects in art therapy process.

Resumen 

Propongo en este trabajo poder encontrar articulaciones optimizadoras de lo psicoterapéutico en los procesos arteterapéuticos. Con el énfasis del trabajo interdisciplinario y en pos de colaborar con el campo del arteterapia, este escrito apunta a habilitar potenciadores encuentros entre la psicoterapia y el arteterapia, teniendo al sujeto como fundante de la práctica. Nos encontramos muchas veces con inquietudes respecto de los alcances y límites de la práctica arteterapéutica, donde -especialmente para quienes se han formado principalmente en alguna disciplina artística-, lo psicoterapéutico aparece como arduo, peligroso y aún, hasta amenazante. No es menor, ya que todos sabemos de los impactos que puede producir en la subjetividad, una palabra fuera de lugar, un gesto inapropiado o una propuesta desmedida, en aquél que está trabajando algo propio a través del arte, en su sensibilidad y rozando zonas dolorosas de su experiencia subjetiva. La apuesta es poder contribuir desde el lugar original de cada cual, a que aquél otro, -objeto de nuestro trabajo-, acreciente su experiencia vital de ser, su capacidad de disfrute, el enriquecimiento de sus vínculos sociales y su expresión y creatividad desde la libertad. El eje del protagonismo y la responsabilidad enmarcan a ambos lugares subjetivos en el proceso arteterapéutico.

En el surgimiento de una nueva práctica social (en nuestro caso, el arteterapia), sus fronteras aparecen quizás difusas, ya que su membrana se nutre de aquellas otras prácticas de las que se alimenta.

En un trabajo anterior me referí al Arte en Arteterapia, uno de los dos frentes que nos soporta; el otro es -sin dudas- el campo de las psicoterapias. Para este recorrido, realizaré una serie de contrapuntos que hagan dialogar la psicoterapia con el arteterapia, en pos de esta integración deseada.

La psicología es el estudio del comportamiento humano, lo cual implica tanto su conducta observable, como los procesos cognitivos (procesos mentales, emotivos y conativos -motivacionales-), además de sus procesos en los contextos sociales y la cultura. Entre sus campos de aplicación, podemos observar el clínico, el educativo, el forense, el laboral, el comunitario, entre otros.

Las psicoterapias surgen como prácticas en el siglo pasado, derivadas por un lado de la medicina y por otro, de la filosofía; varían según distintas líneas téoricas y sus técnicas son diversas. Muchas de ellas son referentes de distintas líneas dentro del campo de ejercicio del arteterapia (gestáltica, junguiana, psicoanalítica, transpersonal, etc.). 

Las psicoterapias no conforman cuerpos únicos ni son enteros. Éstas se presentan tanto desde referentes teóricos como prácticos y poseen diferencias en metodologías técnicas, enfoques y propósitos de tratamiento del sufrimiento subjetivo. Quizás podrían coincidir todas en aspirar a una mejor calidad en la experiencia de la vida de las personas.  

Según la época, el contexto socio-cultural, las ideologías, van cambiando, ya que, no son las mismas condiciones actuales las de hoy, que las que vieron surgir la teoría de cada cual. Ésta contestaba y respondía interrogantes que hoy son otros. No pensar en una dimensión ideológica supondría un cuerpo teórico esterilizado, no contaminado, por lo tanto cuasi-esteril. Esterilizado como aislado de cualquier infección y esteril en tanto no fecundo, ya que la fecundidad de un cuerpo teórico es su “cópula” con las problemáticas que aparecen en el mundo -en el órden de lo práctico, de las condiciones de existencia de un colectivo social-.

Una práctica en salud mental no puede reducirse a la aplicación de algunas técnicas, éstas son coherentes en el marco y proceso de la línea teórica de la que se trate: fuera de ellas, cambian notablemente su sentido.

¿Tendría alguien la osadía de enunciar con humildad, que el abordaje a determinada problemática es el mejor, desmereciendo otros?

Erigirse como Uno, es -además de ser una necedad-, atenta contra la diversidad del otro, la diferencia, lo otro. Entonces, los aportes y transformaciones pueden venir desde insospechados lugares… y a través de los lenguajes artísticos, con la fuerza libre, que lo simbólico es capaz de condensar.

Las problemáticas de la subjetividad, de los procesos de salud-enfermedad-atención, de lo singular, de lo universal y de lo particular, tienen grandes diferencias teóricas, que producen clínicas distintas; mas ninguna de ellas, puede desconocer la del sufrimiento psíquico. Este campo problemático, -vincularidad mediante- se da en ese vivir con otros, otros de antes, otros actuales, otros conocidos y otros desconocidos. 

Lo terapéutico, -común denominador en los términos psicoterapéutico y arteterapéutico-, remite en su raíz etimológica a “yo cuido” en cuanto a las enfermedades médicas refiere. Hoy en día se extiende el término a aquello que tiene poder transformador y potenciador, sea encontrándose o no una situación de enfermedad o de padecimiento. Un descanso, un masaje o un baño caliente pueden tener efectos terapéuticos y redundar beneficiosamente para el sujeto.

La psicoterapia utiliza la palabra como instrumento de la cura, la comprensión y modificación de comportamientos, la capacidad de manifestarse, comunicar, reflexionar sobre las formas de vivir, de hacer, de pensar, de sentir.

El arteterapia, lo definimos como “Campo de saberes y prácticas que, partiendo de los diversos lenguajes artísticos, se propone, en lo específico de su inserción y en sus dispositivos estéticos, educativos, clínicos y/o de rehabilitación, crear, significar, potenciar la subjetividad a través de producciones -objetos arteterapéuticos-,  en articulación con nexos intra e inter disciplinarios, cuyos objetivos se enmarcan en la promoción de la salud mental.” (Reisin, Alejandro)

El espacio que el arteterapia ofrece como construcción de miradas con otros, con los objetos y las significaciones y resignificaciones subjetivas es, en este punto, altamente productor de procesos de salud.

La articulación de la psicoterapia con el arteterapia, supone que la primera presta a lo trabajado, una estructura de elaboración psíquica, así como nuevas visiones a viejos temas. Al modo de una materia prima, el recurso arteterapéutico ofrece una materialidad intensa y extensa a la vez, que podrá ser retrabajada desde la palabra.

No hay suplencia sino complementariedad entre una y otra.  Nuestra responsabilidad como trabajadores vinculares de la vida subjetiva, pone el énfasis en el tratamiento y en el sujeto sufriente -o en un proceso terapéutico- y no en las luchas por el poder; lo relevante es aquello que puede habilitar nuevas vías frente a lo estereotipado. Cualquiera de ellas debe ser cuidadosa, respetuosa, potenciadora. 

En el sufrir singular, en su mirar, su escuchar, su producir, tendremos que preguntarnos -desde nuestra función- ¿cómo ve el otro -en su viaje de la vida-, su territorio y el mapa que debería de representarlo? 

El sentido de un proceso psicoterapéutico podría quizás sintetizarse en “Dime dónde estás y qué quieres”. Posicionamiento subjetivo y deseo -motor vital-. Las ideas enlazadas, las historias entramadas, los afectos anudados, los mandatos de todos los colores, enmascaran la búsqueda de lo ansiado, lo deseado… Lo que mueve a quien busca, es un deseado retorno esperanzado del sí del ser (que es aquéllo que se encuentra en alguna dimensión, perdido…).

Poder saber dónde uno está y qué quiere. No saber, puede invitar a descubrirlo, a ir por ese viaje, por esa aventura, por ese tránsito, por esos procesos. A través del arte, en arteterapia, uno puede encontrarse, sorpresivamente, tras un decir pintado, danzado, cantado, actuado, narrado. Descapturar lo capturado, Recapturar lo expresado, el proceso psicoterapéutico otorga lógicas de sentido a eso que aparece en lo real del trabajo arteterapéutico, desde la propia mirada del sujeto, que es autor de su decir.

¿Cómo pensar algo viejo de una nueva manera? A veces es necesario -metodológicamente- desentramar lo visible (es decir deshacer las tramas), a través de ver el revés, para ver lo dicho o lo callado, lo mostrado o lo ocultado, lo exhibido o lo inhibido. Los lenguajes artísticos permiten con mucha destreza estos procedimientos porque su materialidad con el objeto es externa del sujeto y manipularlos es objetivable. Antes de las representaciones verbales, aquí se hacen presentes los enunciados artísticos. Entonces, pensamiento del revés, pensamiento de tramas, sentimientos y acciones que pueden develarse en los derechos de los reveses, en los objetos arteterapéuticos. 

Otras veces, captar las lógicas de las escenas vinculares, abren narrativas que pueden resignificarse desde la complejidad y la creatividad y que traen protagonicamente al sujeto que miraba una escena fuera de sí. En la po-ética de la singularidad, se enhebran sentidos poderosos para las producciones discursivas.

Saber en qué posición de mapa y territorio está cada uno y qué hace cada uno con la posición que toma el otro, produce un interjuego de posiciones (y tengo que hacer germinar este término tan provocador en otros: imposiciones, suposiciones, reposiciones) que nos ubican (de ahí la responsabilidad) en la danza con el otro: a veces placentera, otras veces sufrida, muchas veces transgredida.

Poder pensar lo “invisible” abre nuevas visibilidades. Poder preguntarse por lo que no aparece, posibilita develar aquello que mantiene y sustenta lo visible. Y a veces, preguntar por lo obvio -lo observable-, deja lugar a la aparición de lo encubierto o velado. 

En arteterapia se trabaja desde el afecto, desde otras representaciones (artísticas) para luego poder, en un proceso secundario de poner palabras, de nombrar, de discriminar, ligar las presentaciones con las representaciones. A lo aparecido desde el afecto en el trabajo expresivo y haciendo el trabajo de ligadura, hay proceso secundario en juego. 

En la vinculación entre psicoterapeuta y paciente o arteterapeuta y paciente (o persona que transita un proceso arteterapéutico) se dan diferentes formas de la transferencia. Cada uno de ellos puede operar de manera diferente, está mediado por otras materialidades: la palabra multívoca, los decires metafóricos. 

La cuestión contratransferencial es una brújula que indica dónde está cada terapeuta con eso que trae el paciente, qué me pasa, dónde me impacta. Puntos ciegos, puntos visibles, lo luminoso aclara el rumbo de cómo y qué puede ser potenciado, dónde abrir una mirada creativa y creadora. 

Encuentros y desencuentros de razones y emociones en tanto estamos allí para que algo se produzca con el otro, nuestra responsabilidad de escucha no se reduce a almacenar información a través del órgano auditivo. 

¿Qué es escuchar y escucharse? Es dar cuenta, además de los contenidos, de esa voz que habla en la emoción, de quién dice en lo que dice. Escucharse es darle lugar a esa voz, aunque quien enuncie sea otro… y eso lo implica a uno responsablemente. Escuchar al otro en su decir, escuchar lo propio en eso que se dice, inclusive, escuchar cómo es nuestra escucha del otro. Transferencia y contratransferencia, donde podemos captar y / o quedar captados por ciertos decires. 

¿Cómo es esa convivencia con las distintas emociones -cual democracia emocional subjetiva-?  Voz y voto, hay en juego una cierta armonización política de las propias distintas voces. Y si escuchamos desde un posicionamiento ético, esas voces podrán dialogar en pos de la libertad subjetiva. Y aquí escuchar es mirar, tocar, sentir, palpar, gustar, oler… pensar y afectarse. 

Zizek dice que nuestra responsabilidad como sujetos, es tanto la dimensión del “sabemos lo que conocemos” como la del “sabemos lo que no conocemos”; anque también ubica el campo del “no saber lo que conocemos” y del “no saber lo que no conocemos”. 

El aprendizaje instituído, la educación formal -en todos los niveles-, apunta a desarrollar los saberes positivos, esto es, saber lo que conocemos y saber lo que no conocemos. La categoría de no saber lo que conocemos abre a una captación de ese saber que habita en nosotros y que aparece en las producciones que realizamos, en las relaciones, en las acciones. Si las producimos, hay un saber allí que puede sernos ignorado o extraño, pero que podemos asumir como propio. 

En cuanto a “no saber lo que no conocemos”, creo que es la categoría más difícil de pensar, por lo tanto de asumir. Es todo eso que uno no sabe de sí -por ejemplo-, en una situación desconocida. ¿Cómo nos posicionamos allí? Quizás podamos pensar esto después de sucedido, en una aprehensión “a posteriori”. Algo operó en nosotros en ese posicionamiento y algo habrá para responsabilizarse. 

La apuesta de historizar, de trabajar en una trama para resignificar lo pasado ya sabido, es para elaborar lo que se repite, dejando de insistir por allí, desde aquellos saberes y conocimientos a los que hacemos referencia. 

Desde el arteterapia, somos responsables de los campos que abrimos para que allí se desplieguen singularidades que nosotros podemos no conocer, a veces ¡ni sospechar! pero que se habilitan en el espacio del encuadre que proponemos. (El lenguaje del arte no se reduce a los procesos psíquicos primarios y secundarios, ni a la sublimación como mecanismo. Las ideas de proceso terciario agregan algunas conceptualizaciones a lo inconmensurable de las definiciones sobre los procesos subjetivos intervinientes en el hacer artístico).

Categorías que multiplican los saberes y los conocimientos, el llamado es a la responsabilidad de los campos que se abren en la perspectivas de la implicación del sujeto en su vivir. 

Esto es de fundamental importancia para la responsabilidad de un saber de lo propio y del otro en cuanto a lo que el vínculo posibilitaría, tanto entre los sujetos como entre éstos y sus objetos… El hacer arteterapéutico se mueve en estos dos frentes. Hacer con objetos que se crean en ese espacio de producción, que nos sorprenden, con los cuales nos vinculamos y hacer con otros que están allí, con nosotros, esos otros de mí. Y este hacer, tiene como premisa la Pro-Moción de la Salud. Movimiento hacia la salud.

La riqueza de lo vincular, en la diferencia de lo otro y de los otros (lo ajeno alien, lo extraño, lo extranjero), propone conmociones a los saberes de lo mismo, de lo conocido (lo propio). Saber de sí, saber del otro para que la vida sea más rica, sea potenciada. 

El psicoanálisis en tanto tratamiento surge como la cura a través de la palabra, el “talking cure”. Por suerte, encontramos otras estructuraciones discursivas en otros lenguajes (ya no exclusivamente el de la palabra) hallando en el arte otras vías regias. Las­ lógicas propias del arte, donde la creatividad, el juego de lo simbólico, pueden desafiar al Otro con mayúscula -esa instancia que se autovalida como enunciadora de una Verdad universalizada-, que resulta obturante de una verdad del sujeto. Se trata de crear una posibilidad para su surgimiento, su resurgimiento. 

Esos otros lenguajes tienen poderes sintetizadores, creadores de otras realidades psíquicas -como gustaba llamarlas Freud-; producen espacios de expresión, comunicación, relación con los otros -pares diferentes de mí- y son promotores y potenciadores de la salud. 

En el marco de la responsabilidad tanto técnica como teórica, el arteterapeuta se encuentra con que el otro del arteterapia es un sujeto singular con quien se establece un vínculo que requiere de tener la capacidad de escucha. La labor trans-formativa, deja que el arte, en el movimiento–saber de lo inconciente, trabaje enmarcado en una atención flotante que habilite un libre asociaren la aventura de los procesos y las producciones objetivas y subjetivas para -juntos-, “resubjetivar” lo producido.

La fuerza de lo sensible, como lógica del cuerpo en un lugar otro que el de la palabra, la sensorialidad, en tanto mirada, escucha, las sensaciones táctiles, olfativas, gustativas, cinestésicas y kinestésicas brindan e incorporan a la razón, una materialidad real poderosa.

Libertad en la asociación, que da cuenta de la lógica simbólica singular de cada cual, más ligada a los procesos de la creatividad que a los ideales del positivismo. Ya no es la objetividad de que algo sea temible, angustiante o conflictivo por sí mismo (sin referencia a un sujeto) sino el posicionamiento simbólico de éste frente a lo que lo problematiza. Somos todos singulares y he ahí nuestra universalidad

El ejercicio de la libertad supone la posibilidad de la elección. Elegir, del latín eligere, de e por ex (fuera) y legere, tomar. Optar, del latín optare, es escoger. En la elección soy responsable de lo que tomo de afuera; en la opción debo escoger entre lo dado desde afuera.

El deber ser, en tanto discurso obligante, lo podemos pensar como el particularismo universalizador de la lógica de la moral (compulsiva) y ésta, en tanto construcción de y con historias, con determinaciones, con deseos y con temores que le dieron existencia…, es decir, que ésta no es eterna, tuvo condiciones de surgimiento y de consenso. El “deber ser” es producto de intereses de reproducción y de control de la subjetividad social. 

Lo que Es, puede resultar molesto, subversivo, pero también puede ser esa excepción incluida en el sistema del deber ser, de lo pautado. 

Cuando la demanda absolutizadora del deber ser se monta sobre el sujeto desmontando su subjetividad, puede encontrarse como salida infructuosa el acting out, entendido como actuación dedicada a otro, o un pasaje al acto, siendo éste un impulso irracional, sin conciencia de responsabilidad. 

Pero cuando hablamos de acto del sujeto, nos referimos a lo responsable de su implicación, donde ese acto lleva algo de la voz del sujeto y de su deseo. 

Suponer una responsabilidad sin límites es creer en una subjetividad todopoderosa, infinita, omnipotente, o en su polo antagónico: subjetividad agotada, acabada, impotente. Límites desde lo que puedo dar respuesta: puedo esto, quiero esto. Pienso aquello, siento tal cosa. Esto sí lo puedo hacer, esto otro no

Si no nos enmarcáramos con límites, éstos aparecerían, -instalandose cuando se trascienden la posibilidad de reflexión y/o decisión-, desde el mismo cuerpo, desde la misma acción. Esto es, en vez de responder desde mi subjetividad, desde el límite en el que me encuentre, el límite me encuentra a mí, el cuerpo o la acción se encarga de ubicar dónde el límite debió estar. Véase como ejemplo, la irrupción de una enfermedad ocasionada por el estado de estrés emocional o las defensas bajas, producto de no haber encontrado límites responsables en el propio hacer. 

Para pensar en la salud, es imprescindible ser protagonistas, es necesario tomar un papel activo, ser responsables. Es decir, la salud no vendría desde un afuera -sea como la ausencia de agentes exteriores que producen enfermedad o como víctimas de agresiones exteriores-, sino como protagonismo que supone procesamientos (simbólicos) singulares con el mundo y nuestras condiciones culturales y materiales de existencia. 

Ese protagonismo, implicados en las escenas del transcurrir en la vida, no nos ubicaría como víctimas o como meros espectadores que ven lo que sucede con la “tranquilidad” de quedar afuera de las escenas, de dejar, fuera de sí, lo otro

Lo que “me sucede” es mi respuesta (responsabilidad, del latín responsum, de respondere, responder desde lo propio). Este concepto, pensado como capacidad para responder, supone poder hacerse preguntas sobre el propio posicionamiento singular. Preguntas que impulsan al movimiento salutífero, al cuestionamiento de esas condiciones exteriores e internas que desafían la inmovilidad de las respuestas que no articulan el propio estar con el de los otros. 

Y el espacio del preguntar abre nuevos posibles significados, otorga nuevos sentidos: es un ejercicio de protagonización. El otro me desafía a pensar distinto en vez de quedarme con lo conocido. Pero este desafío puede rectificar o ratificar algo de mi mirada, pudiendo confrontar con esas otras diferencias cuyo resultado puede ser una síntesis superadora de mi “tesis” -mirada del mundo-. 

He aquí la dimensión de promoción de salud, a partir de la subjetividad, desde el propio punto de implicación: protagonismo y responsabilidad.

Qué puedo sostener de mí – qué puedo sostener del otro, qué puede sostener el otro de sí y qué puede sostener de mí… (con el derecho que cada cual tenga de respetar sus propios límites) ¿qué puedo demandarle al otro para que me sostenga y qué es lo que el otro puede demandarme a mí para que sostenga? 

El dolor se responsabiliza de sí mismo, el sufrimiento se queda aferrado y se arrastra por el desamor de otro (¿culpable de lo que le hace sentir?).

Se trata entonces de la responsabilidad del cuidado de lo propio y del conocimiento de sí, (referencia al libro Sobre Hermenéutica de M.Foucault) tanto de las emociones, como del cuerpo, como de los pensamientos, para aquella tríada del sentir-pensar-hacer y su dimensión de integración intersubjetiva. Conocerse para cuidarse, cuidarse para conocerse. Y conocer y cuidar al otro. Tareas pertinentes a una ética del trabajo con la subjetividad.

Arte y terapia como medios y como fines. El lugar de las propias experiencias arteterapéuticas ubican cada uno de estos planos y el motor -el deseo de arteterapeuta-, (alineado con el llamado de lo vocacional) impulsa una praxis con un sentido ético. Praxis como prácticas y teorías que -entrelazadas-, producen una integración que tiene como fundamento el trabajo arteterapéutico. El deseo no es el anhelo, ni las ganas. Aparece enmascarado y responde a la voz del sujeto. Esa vocación  -en esta función de arteterapeuta-, no es el deseo de artista ni el deseo de psicoterapeuta

La perspectiva del trabajo arteterapéutico se encuentra en el proceso de recupero y co-creación de la subjetividad a través de los lenguajes artísticos, como propuesta salutífera, tanto en la promoción de salud como en la prevención (primaria, secundaria y o terciaria de la enfermedad) anque en la educación, frente a la sumisión a las voces de Otros, -ajenas aunque propias-, en la que muchos sufrientes se encuentran. 

Y una ética arteterapéutica que apueste al sujeto, se preguntará dónde está el deseo, dónde se juega, dónde se oculta, dónde grita, dónde calla, en cada trazo, en cada gesto, en cada decir expresivo.

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